Realidad y ficción en CSI

En ‘La ciencia en la sombra’, J. M. Mulet explica cómo trabajan los forenses y señala los fallos más frecuentes que cometen los investigadores de ‘Castle’, ‘Bones’ o ‘CSI’.

«Cualquier cosa que pise, cualquier cosa que toque, cualquier cosa que deje, aunque sea inconscientemente, servirá como testigo silencioso contra él. No sólo las huellas de sus pisadas o sus huellas dactilares. También su pelo, las fibras de sus pantalones, el vidrio que rompe, la huella de la herramienta que utiliza, la pintura que rasca, la sangre o el semen que deposita o que recoge. Son los testigos que no olvidan,que no se confunden por las emociones del momento. Las pruebas físicas no pueden equivocarse, no pueden cometer perjurio y no pueden desaparecer. Sólo el error humano en encontrarlas, estudiarlas y entenderlas, puede hacer disminuir su eficacia». El francés Edmon Locard (1877-1966), autor del tratado de criminalística que sentó la base del método científico aplicado a la investigación criminal, tenía claro que las pruebas son infalibles, pero los que las analizan no.

Junto con el profesor de Medicina en la Universidad de Lyon Jean-Alexandre-Eugène Lacassagne, del que fue discípulo, Locard tuvo un papel clave en el desarrollo de la ciencia forense moderna. Llevaron a la realidad lo que su admirado Arthur Conan Doyle plasmó en los casos que resolvía Sherlock Holmes, cuya obra fue una fuente de inspiración para su trabajo. A su vez, Conan Doyle se había inspirado en otro detective de ficción, Auguste Dupin, creado por Edgar Allan Poe, y en Joseph Bell, uno de sus profesores de Medicina en Edimburgo, que instaba a los alumnos a observar y deducir para identificar enfermedades y el historial de pacientes, tanto el que cuentan como el que esconden.

A los legendarios y a los nuevos detectives de las novelas policíacas se han sumado los protagonistas de series de televisión como CSI, Castle, Bones, El Mentalista oMajor Crimes, que han popularizado algunas de las técnicas que los detectives utilizan actualmente para resolver crímenes. Sin embargo, en la vida real hay diferencias significativas, como relata el doctor en bioquímica y biología molecular J. M. Mulet (Denia, 1973) en su última obra.

‘La ciencia en la sombra’ (Editorial Destino) recopila algunos de los crímenes más famosos de la Historia, repasa la aportación de la ciencia a esta joven disciplina y explica con detalle cómo trabajan policías y forenses.

Como tantas personas, Mulet se considera «muy fan» del género negro:«Afortunadamente, la mayoría de los ciudadanos reconducimos esa fascinación por el mal y el crimen con la ficción», asegura el profesor de la Universidad Politécnica de Valencia durante una entrevista con EL MUNDO.

El fenómeno de las series policíacas

Aunque tanto la novela negra como el cine negro siguen gozando de buena salud, Mulet considera que el fenómeno de las series de televisión ha superado a ambos y está detrás del creciente interés entre los jóvenes por dedicarse profesionalmente a resolver crímenes, ya sea formando parte de la policía científica o como médico forense. Él mismo ha podido comprobar en primera persona ese aumento de las vocaciones en la Politécnica de Valencia, donde imparte una asignatura optativa, Biotecnología Criminal y Forense.

Pero ya sea por desconocimiento o para hacer las escenas más atractivas y sacar más favorecidos a los protagonistas, los guionistas se toman bastantes licencias a la hora de plasmar la investigación de los crímenes. En su libro describe algunos de los fallos más frecuentes, como entrar a la escena del crimen sin patucos y sin recogerse el pelo con una redecilla, algo que nunca hacen, por ejemplo, la inspectora Beckett o la forense Lanie Parish.

Para Mulet, la serie más realista, sin duda, es CSI. También es su favorita, en particular CSI Las Vegas: «Donde esté Grissom quitándose las gafas…», bromea.

«CSI intenta tener una base científica y muchas de las historias que cuenta son reales. He aprendido y disfrutado con muchos capítulos. Son minuciosos recogiendo pruebas, aunque no es realista que el mismo agente recoja las pruebas, haga los análisis y detenga al sospechoso. En la vida real la investigación criminal está muy jerarquizada», señala. Sus actores también cometen fallos en ocasiones, por ejemplo, al manipular incorrectamente el material del laboratorio. No obstante, «esto ocurría, sobre todo, en las primeras temporadas», según el bioquímico. En el otro extremo sitúa a Expediente X: «Todo en ella es un fallo. Se basa en el esoterismo y la pseudociencia», asegura.

También tiene críticas para Castle y El Mentalista: «Se basan en un personaje que cae muy bien. No suelen analizar la escena del crimen de forma concienzuda y rara vez lo resuelven basándose en las pruebas, sino en las ocurrencias de los protagonistas».

No tan rápido

Tampoco ve realista la rapidez con la que la policía científica de las series obtiene los resultados: «Un análisis de una muestra de ADN no tarda menos de tres o cuatro horas, ni aquí ni en Las Vegas, porque se basan en una reacción química que tiene unos ciclos de temperatura y unos ciclos de tiempo». Y eso, si es urgente, porque lo normal es que tarden varios días.

Y por supuesto, aunque en la vida real muchos casos quedan sin resolver, los guionistas saben «que nos gusta ver crímenes y nos gusta que cojan al malo»,señala Mulet, que asistió a dos autopsias para documentarse para su libro.

«Las autopsias más complicadas son las de los casos de muerte súbita de un bebé,porque todo es muy pequeño y hay que trabajar con una gran precisión. También son muy complejas las autopsias de personas cuya causa de muerte se desconoce, pues hay que coger muestras de todos los tejidos para analizarlas», relata.

Las nuevas técnicas forenses están permitiendo, asimismo, resolver asesinatos que se produjeron hace décadas y que, o bien fueron archivados, o se condenó a inocentes: «En EEUU hay organizaciones como Innocence Project que se dedican precisamente a reabrir casos antiguos en los que la culpabilidad del detenido arrojaba serias dudas o en los que han aparecido pruebas, de ADN principalmente, que entonces no se tuvieron en cuenta porque la tecnología no estaba lista», asegura. Gracias a esos recientes análisis de ADN, han logrado exonerar ya a 342 personas y han encontrado al verdadero autor en 147 casos, según los datos que ofrece en su web esta organización.

En España ha habido varios casos que han sido resueltos años después gracias al ADN, como el asesinato de la joven Eva Blanco, que fue violada y apuñalada en la localidad madrileña de Algete en 1997. «La suerte es que los análisis se hicieron poco antes de que se cumplieran 20 años del crimen y prescribiera. Porque en ese caso, se hubiera resuelto pero no se habría podido detener al culpable».

La tecnología para recoger y analizar ADN ha avanzado mucho en pocos años y según Mulet, seguirá haciéndolo y revelando más información. Para documentarse para el libro, contó con el asesoramiento de Ángel Carracedo, uno de los mayores expertos en ADN en España: «Tradicionalmente tenías una muestra de ADN y un sospechoso, y la prueba te decía sí o no. Pero en el caso de Eva Blanco se vio que con una muestra puedes tener un perfil de la raza, el color de ojos o el pelo, de modo que te permitía hacer un retrato robot basado en el ADN y no basándote en los testigos», señala. «El problema de un testigo es que su percepción es muy falible y es muy fácil de engañar. La memoria es algo que construimos y por tanto, se modifica. Muchas cosas que recordamos no son exactamente como las recordamos». Como ejemplo cita el asesinato de Rocío Wanninkhof. Aunque Dolores Vázquez fue condenada a 15 años de prisión basándose en los testimonios de los testigos, finalmente se demostró que era inocente.

«Ahora se está investigando si es posible determinar la hora del crimen basándose en el ADN. Y sobre todo está aumentando mucho la precisión, a partir de muestras más degradadas o a partir de menos muestra sacar más información», relata.

Hay, asimismo, otras pruebas utilizadas habitualmente por la policía científica que rara vez se plasman en las series, como el análisis de isótopos estables, muy usado para identificar a personas de las que se desconoce su identidad, pues permite averiguar información a partir de las huellas que deja en nuestro cuerpo lo que ingerimos. Por ejemplo, la composición del agua que se bebe en la costa es distinta a la del interior, o el azúcar que se toma en EEUU procede principalmente de caña de azúcar, que tiene más carbono 13, que el que se obtiene a partir de la remolacha, que es el que más consumimos en Europa.

La detección de venenos

Los venenos merecen un capítulo aparte. Históricamente fue el método más limpio y más usado, sobre todo por las mujeres. Al arsénico, por ejemplo, lo llamaban el polvo de las herencias, pues así se lograron adelantar muchas. Era fácil de conseguir, insípido y letal en pocas cantidades. Su uso cayó dramáticamente a raíz del desarrollo de la toxicología forense, cuya paternidad se atribuye al mallorquín afincado en Francia Mateo Orfila. No obstante, como la ciencia forense en general, la toxicología forense es muy reciente.

«Antes se podía hacer pasar fácilmente un envenenamiento por una muerte natural y ahora es muy difícil porque los métodos de análisis son muy precisos y los médicos forenses saben distinguir muy bien los síntomas», señala. ¿Hay venenos que no pueden detectarse? «Muy pocos. Por ejemplo, el ex espía ruso Alexander Litvinenko fue envenenado con polonio, que es difícil de detectar porque se usa muy poco y los forenses no sospechan, pero se acaba descubriendo», explica.

«Lo bueno de la ciencia es que se expande rápido. Cuando una técnica funciona, se publica y todo el mundo la aprende muy rápido. Otra cosa son los medios, no todos los cuerpos tienen los mismos medios y el mismo presupuesto», señala. En España la investigación criminalística corre a cargo tanto de la Policía Nacional como de la Guardia Civil. Mulet considera que «hoy en día, el nivel de la ciencia forense en nuestro país es muy bueno. En EEUU también es muy bueno, pero tienen más medios».

Pese a los avances en las técnicas forenses y al tiempo, dinero y energía dedicados a investigarlos, hay muchos crímenes que quedarán sin resolver. Los que más intrigan a Mulet son los de Jack el Destripador, en Londres, y los del Estrangulador de Boston (13 asesinatos de mujeres cometidos en los años 60). Aunque Albert DeSalvo fue condenado a cadena perpetua, investigaciones posteriores pusieron en duda que él fuera el autor de los crímenes o al menos el único asesino.

Por otro lado, el bioquímico subraya que «cada técnica tiene sus limitaciones y a veces se han generado en las familias de las víctimas expectativas que no eran reales y acabaron produciendo mucho dolor. Acudir a una investigación forense privada es cara. La gente quiere resolver el caso, pero lo más ético es avisar de lo que se puede hacer y lo que no. Si los restos aparecen muy deteriorados o el escenario del crimen ha sido contaminado, posiblemente nunca se hallará al culpable».

LOS ERRORES MÁS FRECUENTES EN LAS SERIES

LA ESCENA DEL CRIMEN

Para intentar evitar contaminar el escenario de un asesinato, los investigadores deben ponerse patucos o recogerse el pelo con una redecilla. Nada de llevar el pelo suelto y acercarse al cadáver como los inspectores e inspectoras de las series. La caída de un cabello, por ejemplo, puede arruinar una prueba.

CADÁVERES SIN GLAMOUR

El aspecto de un muerto real en un accidente o asesinato es mucho más impactante que el de las víctimas televisivas. Suele estar en una posición poco estética, hinchado y si han transcurrido varias horas desde su muerte, es probable que esté rodeado de heces y orines. Si murió hace días, el olor será muy fuerte y habrá muchos gusanos. Por otro lado, la sangre no es de color rojo brillante, sino de un tono negruzco.

RESTOS DE SANGRE

Para detectar si el asesino limpió la sangre, se suelen esparcir unas sustancias llamadas luminol y fluoresceína. Para observar la reacción hace falta oscuridad en el primer caso e iluminar la superficie con una longitud de onda determinada en el segundo, así que no es posible hacerlo a pleno sol, como se ha visto en algunos episodios de series.

LA HORA DE LA MUERTE

Normalmente se toma la temperatura del hígado, pero no es una medida tan precisa como se ve en las películas pues, aunque el cuerpo humano suele perder un grado cada hora, depende de muchas variables, como la temperatura ambiental, la humedad o la ropa que lleve el cadáver. Durante las primeras 12 horas, la técnica más exacta es la concentración de potasio dentro del ojo, según J.M. Mulet.

PRUEBAS DE ADN

En la ficción tienen resultados de las pruebas casi de forma inmediata pero, según explica Mulet, un análisis de ADN tarda al menos tres o cuatro horas porque se basa en una reacción química que tiene unos ciclos de temperatura y unos ciclos de tiempo. Lo normal es que los investigadores tengan que esperar varios días para disponer de los resultados.

SUPERPOLICÍAS

En las películas y series es frecuente que una misma persona dirija la investigación, analice pruebas y detenga a los sospechosos. Sin embargo, en la vida real investigar un asesinato es un proceso muy jerarquizado y el papel de cada especialista está muy delimitado.