La directora del estudio genético que permitió detener al asesino de Eva Blanco cree que fue clave el avance tecnológico

La directora del Instituto de Ciencias Forenses Luis Concheiro de la Universidade de Santiago de Compostela, María Victoria Lareu Huidobro, responsable del equipo de cuatro personas encargado del estudio genético por el que se ha detenido al presunto asesino de Eva Blanco, señala al avance de las nuevas tecnologías como clave para resolver el caso.

A preguntas de la prensa este viernes en Santiago sobre si hubo problemas con la muestra de ADN para analizarla años después de que fuese recogida en 1997, Lareu Huidobro ha subrayado que la muestra que hizo llegar la Guardia Civil al Instituto Luis Concheiro «estaba bien guardada», ya que «el ADN si está bien conservado se mantiene durante cientos de años o miles», por lo que la fiabilidad del análisis «es altísima». Sin embargo, reflexiona sobre que «lo que ha hecho el paso del tiempo es haber tenido tiempo para investigar en nuevas tecnologías y nuevos marcadores que hace 17 años no se podían hacer».

Así, esta catedrática de Medicina Legal y Forense de la Universidade de Santiago de Compostela indica que el equipo que trabajó en el análisis genético de este caso estaba formado por cuatro personas, y fue en diciembre de 2013 cuando hizo llegar a la Guardia Civil las conclusiones del estudio —que apuntaban a un origen norteafricano del sospechoso—, «y a raíz de eso comenzaron la búsqueda del posible culpable». Según ha explicado, en este caso, al igual que en otros se trabajó con 80 marcadores de origen biogeográficos (divididos en cinco grandes por continentes) y con 20 marcadores de características física, como pueda ser color de pelo, ojos o piel.

Equipo «muy bueno»

A renglón seguido, indica que estos «son unos marcadores que se utilizan cuando no hay ninguna otra pista», pues «hay una muestra de la que se puede extraer ADN, pero no hay testigos», y en las bases de datos tampoco hay nadie que coincida con el ADN, como fue este caso. »

La identificación individual de las personas es otra cosa», subraya, aquí de lo que se trata es de saber «de donde procede una persona», «estudiar el caso» y «las mezclas de población». Al respecto, ha querido hacer hincapié en que todo el equipo de investigación del Instituto de Ciencias Forenses Luis Concheiro es «muy bueno», al tiempo que define el trabajo que ha realizado la Guardia Civil como «impecable», pues se puso en contacto con ellos y les «mandó la muestra de ADN ya extraído».

Modo de investigación

Así, María Victoria Lareu Huidobro detalla el modo de proceder del Instituto de Ciencias Forenses de Compostela en el que se hace un análisis de la muestra «para saber quién ha dejado esta muestra, qué características tiene esta persona, si es un hombre o una mujer, el origen biogeográfico» y «algunas características físicas».

En declaraciones a la prensa este viernes, ha explicado que trabajan «en investigación buscando marcadores genéticos que puedan determinar estadísticamente el origen biogeográfico de un donante de una muestra que aparece en un lugar de los hechos de un crimen o de una víctima», con ello «se da una pista de quién puede ser».

Asimismo, trabajan con marcadores genéticos de características físicas, como pueda ser color de cabello, piel, ojos y «esto fue lo que se hizo con las muestras del caso». Cuando se tienen los datos se remiten al juez, y la Guardia Civil «comienza a hacer una búsqueda».

Cuando se encuentran a la personas que puedan parecerse a lo aportado, el Instituto hace «un análisis genético de individualización», es decir, se completan con otros marcadores. Así dio la guardia civil con el presunto culpable La insistencia de la Guardia Civil y los avances tecnológicos en materia de análisis genéticos fueron la clave para dar con la identidad del presunto asesino de la joven Eva Blanco 18 años después de su muerte.

Atrás quedan más de cien líneas de investigación, retratos robots y unas pesquisas que inicialmente se centraron sobre todo en el círculo más cercano de la víctima, es decir, amigos familiares y conocidos.

Pero todos estos intentos fueron infructuosos para el Grupo de Homicidios del Instituto Armado, que pese a todo no se olvidó del caso. Por ello, hace dos años la Guardia Civil pidió al Instituto de Ciencias Forenses Luis Concheiro de la Universidade de Santiago de Compostela un nuevo estudio de la muestra genética hallada en el cadáver de Eva Blanco tras aquella noche lluviosa del 20 de abril de 1997.

La joven, de 17 años, apareció con múltiples signos de violencia en su cuerpo y 20 puñaladas repartidas por la nuca, el cuello y la espalda. Estaba tirada en una cuneta en un paraje denominado Las Pesqueras y la autopsia determinó que había sido previamente violada. En su cuerpo había semen del que se extrajo la muestra de ADN, pero esos restos por si solos no aportan gran cosa hasta que no se cotejan y coinciden con los de algún sospechoso. Hasta 2.013 personas, en su mayoría vecinos de la localidad madrileña Algete, se presentaron voluntarios en 1999 ante la Guardia Civil para someterse a un análisis de ADN. Ninguno dio positivo.

El caso seguía sin respuesta y el tiempo corría en contra de los investigadores ya que en 2017 habría expirado el plazo que establece la Ley para la prescripción de este tipo de delitos. La Universidade de Santiago de Compostela remitió a la Guardia Civil sus resultados con un dato fundamental: el ADN hallado en el cadáver de Eva Blanco pertenecía a un varón de origen norteafricano, según indica el Instituto Armado.

La muestra daba positiva

Fue ahí cuando empezó el principio del fin de este caso, finalmente cerrado este jueves cuando la Gendarmería francesa y la Guardia Civil arrestaban en el país galo a Ahmed C., un varón de nacionalidad española pero nacido en Marruecos y de 52 años de edad (34 años cuando sucedieron los hechos).

Había abandonado España en 1999 y se había establecido en la localidad de Pierrefontaine Les Varans donde se dedicaba a la construcción, según informan a Europa Press fuentes de la investigación.

El hilo que unió los resultados de la Universidade de Santiago con la identidad del detenido pasó por pedir al Instituto Nacional de Estadística (INE) y al Ayuntamiento de Algete el padrón para saber el nombre de todos los varones que estaban empadronados en la localidad aquellos años y, concretamente, los de origen norteafricano.

El resultado ofreció 200 nombres de varones residentes en Algete entre 1995 y 1999 (ese fue el margen que establecieron los investigadores). Muchos de ellos ya no vivían allí y eso llevó a los agentes de Homicidios a recorrer diversas provincias de España en año y medio. Así hasta que hace unos días, a principios de septiembre, dieron con una persona que al hacerle la prueba de ADN dio positivo, aunque no al 100%.

Era el hermano del presunto asesino. Todas las pesquisas se centraron ya en esta persona y su círculo familiar. Una vez localizados a todos sus parientes por línea descendente paterna, y tras localizar a otro de los hermanos, las investigaciones se centraron en el varón residente en la localidad francesa de Pierrefontaine Les Varans, que había salido de España en el año 1999. Así consiguió la Guardia Civil dar por cerrado un caso 18 años después. «La Guardia Civil nunca olvida un caso», ha dicho el ministro del Interior, Jorge Fernández, en su felicitación a los investigadores.

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